Sobre los restos de Porfirio Díaz
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Se viene el centenario de la Revolución Mexicana y junto con este surge una reciente discusión sobre la probable repatriación de los restos del liberal y ex-presidente de México: Porfirio Díaz, que apareció sumamente detallada en la edición del pasado lunes 11 de febrero del año que acontece en la sección cultural de Milenio Diario.
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De Díaz se recuerda su eterna dictadura, y como consecuencia a su constante ambición y, quizá, a su elitismo, se vino la Revolución.
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Pero se olvidan muchos de sus aciertos. Transcribo uno de los expuestos en dicho artículo: “Andrés Lira subraya que Díaz impulsó la enseñanza de la historia como parte del civismo, basado en el programa de instrucción pública de Napoleón III, y promulgó el plan de la escuela mexicana enunciado por Justo Sierra en 1911, inspirado en una visión centralizadora, considerando que nuestro país era muy disperso, pero con un enorme marco de tolerancia”.
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Otro logro fue que Puebla, un 25 de abril de 1863 pierde su estado de sitio Francés, al ser recuperada por Porfirio Díaz. De igual manera, la entrada triunfante de Juárez al Distrito Federal, es gracias a las batallas que el ejército liberal fue ganándole a los franceses, al mando de Díaz. El México moderno no se puede entender sin Díaz: el impulso al ferrocarril, la importación de algunos aspectos de la cultura francesa en campos diversos, como el de la arquitectura, un claro ejemplo está en el Palacio de Bellas Artes. Y sin duda, la construcción de la imagen de Juárez de manera trascendental es gracias a Díaz, pues él fue quien mando a construir el celebre “Hemiciclo a Juárez”. Los intelectuales que trabajaron al servicio de Díaz nos dejaron como herencia, y por órdenes absolutas de él, la indispensable enciclopedia México a través de los siglos. En fin, desde mi perspectiva, a Díaz se le deben también reconocer sus logros y no sólo sus errores. Es cierto que durante sus últimos años al frente de México la pobreza se enfatizó de manera desmesurada, pero si él no hubiera optado por pagar la deuda externa de ese entonces, México seguramente estaría más jodido de lo que está.
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José Manuel Villalpando comentó a Milenio Diario que no es conveniente repatriar dichos restos en este aniversario número cien de la Revolución Mexicana, pues Díaz fue el causante de ella y un claro opositor a la Democracia. Quizá tiene un mucho de razón, pero tengo una duda: ¿no es irónico que se vayan a celebrar el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana, teniendo como marco el gobierno de un Presidente que pertenece al partido con más cerrazón política y social, que viene de un proceso en el cuál se duda de su legitimidad y peor tantito que ha militarizado al país? Creo que este gobierno actual no merece ser parte de dichas celebraciones, pero como seguramente lo serán, al menos deberían impulsar la repatriación de los restos de Díaz por el simple hecho de ser un mexicano destacado para bien o para mal. Es parte de nuestra historia y no tiene porque permanecer en suelos que no sean mexicanos.
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Se viene el centenario de la Revolución Mexicana y junto con este surge una reciente discusión sobre la probable repatriación de los restos del liberal y ex-presidente de México: Porfirio Díaz, que apareció sumamente detallada en la edición del pasado lunes 11 de febrero del año que acontece en la sección cultural de Milenio Diario.
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De Díaz se recuerda su eterna dictadura, y como consecuencia a su constante ambición y, quizá, a su elitismo, se vino la Revolución.
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Pero se olvidan muchos de sus aciertos. Transcribo uno de los expuestos en dicho artículo: “Andrés Lira subraya que Díaz impulsó la enseñanza de la historia como parte del civismo, basado en el programa de instrucción pública de Napoleón III, y promulgó el plan de la escuela mexicana enunciado por Justo Sierra en 1911, inspirado en una visión centralizadora, considerando que nuestro país era muy disperso, pero con un enorme marco de tolerancia”.
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Otro logro fue que Puebla, un 25 de abril de 1863 pierde su estado de sitio Francés, al ser recuperada por Porfirio Díaz. De igual manera, la entrada triunfante de Juárez al Distrito Federal, es gracias a las batallas que el ejército liberal fue ganándole a los franceses, al mando de Díaz. El México moderno no se puede entender sin Díaz: el impulso al ferrocarril, la importación de algunos aspectos de la cultura francesa en campos diversos, como el de la arquitectura, un claro ejemplo está en el Palacio de Bellas Artes. Y sin duda, la construcción de la imagen de Juárez de manera trascendental es gracias a Díaz, pues él fue quien mando a construir el celebre “Hemiciclo a Juárez”. Los intelectuales que trabajaron al servicio de Díaz nos dejaron como herencia, y por órdenes absolutas de él, la indispensable enciclopedia México a través de los siglos. En fin, desde mi perspectiva, a Díaz se le deben también reconocer sus logros y no sólo sus errores. Es cierto que durante sus últimos años al frente de México la pobreza se enfatizó de manera desmesurada, pero si él no hubiera optado por pagar la deuda externa de ese entonces, México seguramente estaría más jodido de lo que está.
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José Manuel Villalpando comentó a Milenio Diario que no es conveniente repatriar dichos restos en este aniversario número cien de la Revolución Mexicana, pues Díaz fue el causante de ella y un claro opositor a la Democracia. Quizá tiene un mucho de razón, pero tengo una duda: ¿no es irónico que se vayan a celebrar el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana, teniendo como marco el gobierno de un Presidente que pertenece al partido con más cerrazón política y social, que viene de un proceso en el cuál se duda de su legitimidad y peor tantito que ha militarizado al país? Creo que este gobierno actual no merece ser parte de dichas celebraciones, pero como seguramente lo serán, al menos deberían impulsar la repatriación de los restos de Díaz por el simple hecho de ser un mexicano destacado para bien o para mal. Es parte de nuestra historia y no tiene porque permanecer en suelos que no sean mexicanos.
