A mis alumnos momentáneos de la Preparatoria José Sánchez Villaseñor.
---¿Por qué leer?
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Leer en un país como México es un acto nada recomendable, inservible. Empezando por los altos costos de aquellos libros cuyas ediciones son las recomendables: Cátedra, Alianza, Siruela, Anagrama, Alfaguara, Era, Sexto piso y algunas colecciones de Planeta. Y para acabarla de joder, en México es visto como un bicho extraño a todo aquel que tiene el descaro de leer libros. Desde luego no cuentan aquellos conocidos como “superación personal” y “best-seller”.
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Pero ¿por qué leer en un país como México? La primera razón me apetece que puede ser el tener como objetivo no aspirar a convertirse en un hazmerreír nacional como Vicente Fox y otra sería que la lectura otorga poderes inimaginables: saca de una ignorancia absoluta y le concede al ser humano la capacidad de ser escuchado. A los gobernantes, diputados y demás políticos les beneficia tener un pueblo que no lee, porque así no habrá nadie con los argumentos suficientes como para contradecirlos y evitar la ejecución de cada una de sus porquerías. Por eso no son sorprendentes las paupérrimas campañas de “Fomento a la lectura” emanadas del CONACULTA, ahí tenemos un claro ejemplo en el gran elefante blanco que representa la “Mega-biblioteca Vasconcelos”, la cual no funciona por completo y permanece cerrada debido a que se inauguró con irregularidades en su construcción.
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El acto de leer es un ejercicio según Nabokov: “Cuando leemos un libro por primera vez, la operación de mover laboriosamente los ojos de izquierda a derecha, línea tras línea, página tras página, actividad que supone un complicado trabajo físico con el libro (…)”. Y por eso Nabokov sugiere en su introducción “Buenos lectores y escritores” a su Curso de literatura europea que hay que leer y releer cada libro con el que nos topemos para poder familiarizarnos y entender el tema, averiguar el espacio y el tiempo en que se desarrolla la obra, así como apreciarla con el sentido artístico que merece.
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El maestro Sergio Lira Coronado que en pasados días falleció, evento lamentable del cual me vine a enterar por la columna del poeta y amigo Roberto Martínez Garcilazo, decía, según Roberto cita en su columna del 14/02/08: “La literatura es superior a la vida”. Vaya que razón de sobra tiene esa frase. La literatura otorga la capacidad de vivir innumerables vidas y países desconocidos, probablemente, por el lector. El que lee juega a ser otro y pensar como otro por un rato, mientras que el escritor se vuelve un Dios, crea mundos y personajes a su antojo, y me atrevo a decir que de una u otra forma a su semejanza ya psicológica, vivencial o física.
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Leer en un país como México es un acto nada recomendable, inservible. Empezando por los altos costos de aquellos libros cuyas ediciones son las recomendables: Cátedra, Alianza, Siruela, Anagrama, Alfaguara, Era, Sexto piso y algunas colecciones de Planeta. Y para acabarla de joder, en México es visto como un bicho extraño a todo aquel que tiene el descaro de leer libros. Desde luego no cuentan aquellos conocidos como “superación personal” y “best-seller”.
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Pero ¿por qué leer en un país como México? La primera razón me apetece que puede ser el tener como objetivo no aspirar a convertirse en un hazmerreír nacional como Vicente Fox y otra sería que la lectura otorga poderes inimaginables: saca de una ignorancia absoluta y le concede al ser humano la capacidad de ser escuchado. A los gobernantes, diputados y demás políticos les beneficia tener un pueblo que no lee, porque así no habrá nadie con los argumentos suficientes como para contradecirlos y evitar la ejecución de cada una de sus porquerías. Por eso no son sorprendentes las paupérrimas campañas de “Fomento a la lectura” emanadas del CONACULTA, ahí tenemos un claro ejemplo en el gran elefante blanco que representa la “Mega-biblioteca Vasconcelos”, la cual no funciona por completo y permanece cerrada debido a que se inauguró con irregularidades en su construcción.
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El acto de leer es un ejercicio según Nabokov: “Cuando leemos un libro por primera vez, la operación de mover laboriosamente los ojos de izquierda a derecha, línea tras línea, página tras página, actividad que supone un complicado trabajo físico con el libro (…)”. Y por eso Nabokov sugiere en su introducción “Buenos lectores y escritores” a su Curso de literatura europea que hay que leer y releer cada libro con el que nos topemos para poder familiarizarnos y entender el tema, averiguar el espacio y el tiempo en que se desarrolla la obra, así como apreciarla con el sentido artístico que merece.
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El maestro Sergio Lira Coronado que en pasados días falleció, evento lamentable del cual me vine a enterar por la columna del poeta y amigo Roberto Martínez Garcilazo, decía, según Roberto cita en su columna del 14/02/08: “La literatura es superior a la vida”. Vaya que razón de sobra tiene esa frase. La literatura otorga la capacidad de vivir innumerables vidas y países desconocidos, probablemente, por el lector. El que lee juega a ser otro y pensar como otro por un rato, mientras que el escritor se vuelve un Dios, crea mundos y personajes a su antojo, y me atrevo a decir que de una u otra forma a su semejanza ya psicológica, vivencial o física.
