Feria Internacional del Libro
(I parte)
Decir que el libro es una necesidad suena bien,
pero es una frase retórica.
José María Espinasa
(Fragmento del artículo El libro)
Hacia un mar de libros partimos el 30 de diciembre de 2005. 22:15 hrs. Sale el camión con destino a la perla tapatía, el pretexto: asistir a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en su edición 2005, dedicada a la república hermana del Perú. En el viaje me acompañan dos amigos de hace poco, pero parecen de hace siglos, constantes y tolerantes como debe ser el canon de las familias. Aproximadamente son diez horas las que nos separan de pisar la tierra del tequila. Uno no duerme en el camino por temor a perderse los paisajes que pintan a nuestras tierras. Un frío calante y una cierta soledad producto de sólo saber hacer dos cosas: escribir y leer, y eso a medias, son también mis fieles ángeles de la guarda.
La peripecia inició el 1 de diciembre de 2005. 9:00 hrs. Hemos llegado a la terminal de autobuses de Guadalajara, ahora sólo resta instalarnos en el hostal y de ahí a navegar en el inmenso mar de libros que figura ser la FIL-G 2005. Al subir al transporte público que nos conducirá al lugar de descanso nos alcanzamos a percatar que la cartera de uno de nosotros se esfumó, se evaporó. Por si no bastará, el camión se paso por mucho el lugar donde teníamos que bajar y ahora no queda de otra más que caminar y caminar y caminar, cerca de 7 kilómetros con equipaje en mano y un sol dándonos en la cara. Después de una hora de caminata hemos concluido dos cosas: estamos listos para participar en caminata y que el destino ha aparecido ante nosotros de la misma forma que aparece el oasis para el osado que atraviesa el desierto del Sahara.
A la una de la tarde ya desayunados, bañados y descansados era hora de tomar camino rumbo al edén llamado: Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2005.
El laberinto dentro de la peripecia bien podría ser la comparación de los libros que por delante teníamos como un mar sin fin. Se antoja pescar y no dejar de pescar hasta encontrar el pez gordo que nos alimentará por mucho tiempo de letras y más letras. Editoriales por aquí y por allá. Mujeres guapas comprando libros, chavos de todas las edades con libros en la mano, familias recorriendo la FIL-G 2005, parece un parque de diversiones, sólo que en lugar de resbaladillas hay stands de libros, en lugar de payasos hay escritores caminando en busca de libros.
El precio de los libros variaba, había desde el clásico vara vara, el libro que en la compra de otro te lo llevas de regalo y otros que estaban en precios de oferta baratos, pero tampoco a veinte pesos. De los stands colgaban fotos de escritores peruanos (los festejados), pero también se asomaban los escritores locales. El escritor ha dejado de ser un ser desconocido, ahora su cara por muy fea que parezca sirve para comercializar su propia obra. El chiste era perderse en este laberinto con varias desviaciones donde se corría el riesgo de entrar a la sección de libros religiosos y de paso sacarse los demonios, pero como ha dicho varias veces Xavier Velasco cuando a uno lo curan es muy probable que lo afecten en lugar de recibir un beneficio. También estaban presentes los libros de a metro. La Gandhi y toda una serie de editoriales que iban desde las universitarias pasando por Planeta, Alfaguara, Mondadori, Anagrama, Anaya, Alianza, Cátedra, etc... Mientas uno andaba de aquí y allá entre libros y mujeres tapatías, nos topamos con una ofensa para cualquier lector, Jordi (el que todos identifican como el que le hace la segunda a Adal Ramones) se encontraba firmando Quiúbole con…que escribió junto con Gaby Vargas, la chaviza se balanceaba sobre Jordi Rosado como si fuera la mismísima reencarnación de Lennon o de Morrison. Claro esa chaviza también iba de acorde con la imagen manejada por los actores y actrices de RBD. Pero en cierta forma como diría Nacho Padilla ese tipo de libros hace que la verdadera literatura se pueda publicar.
La FIL sufrió una Revuelta.
Dadas las cinco de la tarde del primer día del mes navideño y porque no decirlo guadalupano, el programa de la feria anunciaba que en una de sus tantas carpas harían magia un grupo de escritores que desde hace rato hicieron Crack en la literatura mexicana y latinoamericana. Los llamados al evento de magia fueron: Gerardo Kleinburg, Fernando Iwasaki (considerado miembro del Crack por los mismos crackianos), Adrián Curiel Rivera (autonombrado miembro del Crack), Diana Montes de Oca (alumna de la UDLA-P), Germán Montalvo (diseñador de la Vuelta de Paz y ahora de la Revuelta), acompañados por Jorge Volpi, Ignacio Padilla y Pedro Ángel Palou, cómplices de años y aventureros de tiempo completo, todos ellos son colaboradores del primer número de la Revuelta que nació en la UDLA-P, la cual fue bien recibida por el público tapatío y todos desearon buen porvenir para la revista. Entre el público se encontraban Vicente Herrasti, David Toscana y Eduardo Antonio Parra.
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