Y tu maldito recuerdo es mi perro fiel que me acompaña de sol a luna, sin darme espacio para intentar no pensarte.
¿Sabes que no pienso devolverte lo que nunca me diste? Especialmente ese beso tan rico que nos dimos mientras pensabas en todos tus delitos.
El desamor que provocaste en mi es igual de grande que los cinco puñaladas que le diste a aquel viejo indecente que tomaba su vodka tonic tranquilamente en el bar donde te fui a conocer.
¿No lo recuerdas?
Yo sí, estabas igual de perdido que el ahora difunto, el muerto parecías tú. Sin chiste. Sigo sin entender porque te hable, yo no me junto con perdidos y jodidos como tú. No tenías ni para pagar la cerveza que te tomaste, la acabe pagando. ¡Pinche mantenido! ¡Estorbo! Pero ahí me tienes de pendeja llevándote hasta mi casa, para bajarte la cruda.
Supongo que me atrajo tu reciente imagen de asesino. Siempre me ha gustado el peligro.
Pero contigo caí bajo. Ni siquiera habías tenido suficientes motivos para matar a aquel viejito. El cantinero explicó a los periódicos policíacos que discutían ridiculices, no recuerdo bien la nota, pero al ver ridiculeces me imagino temas como: ¿qué fue primero el huevo o la gallina? Viles borrachitos que les sale lo intelectuales después de unas cuantas cervezas, supongo que ha de ser un trauma de gentuza como tú. Mientras están sobrios se la pasan escupiendo estupideces. A gente como tú deberían de hacerle lo que Hitler a los judíos, al menos en esta ocasión la humanidad lo agradecería.
Pero mi religión no me permite desear esas cosas a las personas por muy merecido que lo tengan. Debo aceptarlo me causaste ternurita al verte ahí tendido en mi cama entre borracho y dormido, profiriendo cuanta sarta de babosadas se te antojaba. Entre tanta palabrería pronunciabas el nombre de una chica Alicia o Anastasia, no recuerdo bien.
Ay mi queridísimo Honorario, de eso al parecer sólo te quedaba el nombre, pues la dignidad que tenías te la robo esa Alicia o Anastasia y la poco que te sobro en un plomazo la esfumaste.
Continuara….
¿continuará?