viernes, 10 de noviembre de 2006
Inventario Juvenil 79.
Inventario Juvenil
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Alfredo Godínez

Una de vino tinto

Me siento a escribir una hora antes de que acabe el sábado, normal como todos, quizá, pero tuvo un detalle íntimo y añorativo.
El viernes pasado, la aposición paternal que lleva mi nombre, quizá desafortunada porque un personaje bastante estúpido de la tele lo lleva, ¡maldito seas chespirito, con todo respeto!; tuvo doble festejo: el cumple número… de mi madrina Licha, la única que sabe hacer el huevo revuelto de tal manera que se ve amarillo y blanco sin quedar salado; y su hijo, mi primo, que se dice ya capaz para recetar drogas permitidas por el sistema de salud de nuestro decadente México. Ya es Lic. en Medicina, esa ciencia de los nombres raros con medicaciones que parecen ofensas en otro idioma. Lo que me autoriza a apodarle hijo de su socrática o guevárica suerte. Bien, ahora sólo necesita agarrar su motocicleta treparse en ella, enseñarme a conducirla y perlarnos juntos a conocer de Puebla para abajo hasta llegar a la república hermana de Borges y Maradona. Un festejo que se volvió un regresar en el tiempo, mientras platicaba con ese galileo de mi apreciación de la literatura actual y atrasada, del fenómeno Peje y Fe-Cal que aún sigue afectando el conciente e inconciente colectivo de este país en ruinas; a la mente me venía las veces que en casa de Salud nos sentamos a escuchar al desafinado Lora y su trascendental Tri, o cuando nos sentamos en su casa antes de dormir a escucharlo hablarme de los Scouts y su fundador, o de las culturas mesoamericanas y él y nadie más que él tiene la culpa de que descubriera la trova, también de Paty, pero acá el protagonista es un matasanos; en fin. No se pueden objetar mis paseos por los Fuertes de Loreto y Guadalupe con él o por los Ferrocarriles, quizá sin quererlo el me amoló y acabe siendo un intento de literato, un poeta según afirman algunos, pero como Sabines, prefiero ser un peatón. Sin duda, los recuerdos aparecieron con la intensidad que el vino tinto -argentino y patrocinado por otro de los culpables de mi acercamiento a los libros: mi padrino Agustín- nadaba por mi boca y Luis Javier, mi sobrinito y la neta del planeta, la sabiduría que no alza la voz y opta por el juego, golpeaba intensamente mi estómago.
Entre tanto ir y venir de la mente y con una coca-cola con hielos aún lado, me asaltó Salud y sí, había que decir salud por el galileo ya oficial, por los exactos de la familia que recaen en Paty, Miguel y Magguie (¿cómo los Simpsons?), por los analistas de la mente representados en Gaby, por la proliferación de triunfos en lo exacto y natural que recae en los cercanamente-lejanos primos de aposición Vázquez, pero con sangre de Godínez como Israel, Areli o Erika del atrevimiento de hacer cultural el noticiero deprimente de Valerio y que recae en Mryam. Y por qué no salud por Neto el que no habla nunca, pero aguas si habla de deportes, no hay quien lo calle, por Gemita, otra callada, pero dicen que si le dan un lápiz es capaz de hacer que la Arquitectura no sea tan dura. Salud por el más inteligente de todos Luis Javier y su grandilocuente niñez, no le importa otra cosa que no sea jugar, gritar, brincar, desobedecer y decir lo que piensa como se debe: directo y de forma tierna. Y está Manolo, adorador del Diego, tiene dos defectos uno perdonable y otro no: vota por el Pan, pero lo ofensivo es irle al América.
Salud porque en sábado como este, olvide que AMLO perdió el camino, que Fe-Cal es eso y no más, que el PRI no veo para cuando pueda sacar la iglesia y la empresa como las dueñas de los destinos de mi México, olvide lo tanto que odio la Lingüística y deje de añorar esas quesadillas de quesillo bien derretido con tortilla de maíz que podía comer cada miércoles o viernes antes de ir jugar fútbol. Salud por Salud, lo digo con una coca-cola fría porque así se le debe recordar a Salud y dar la bienvenida a los triunfos nuevos de esta familia en la que caí por accidente.
Otra de vino tinto, por favor, porque hoy me re-invente y el niño, el sabio, no soy yo si no mi sobrino. Una coca-cola de tres litros por el historial y significado que carga mi aposición paternal desafortunada por la burla de chespirito, pero enorme por todos los seres que componen esa familia. Y una de vino blanco, porque algún día mis jefes entenderán mi forma de ser y mi hermana aprenderá y aprehenderá mi extraña y a veces fría forma de ser.

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